SANCTI SPÍRITUS.— Si algún día alguien confiesa sentir por usted un amor tan grande como el de los avestruces, sea cauteloso y analice lo acontecido en el parque zoológico de la ciudad del Yayabo.
Resulta que el macho de esta especie en tierras espirituanas enviudó después de solo un año de matrimonio. Mató a su pareja, la cual no resistió hasta siete cópulas diarias, según Nancy Paz Muñoz, directora de la institución recreativa espirituana.
El ejemplar masculino necesitaba dos o tres compañeras para satisfacer sus instintos y evitar el trágico final de su romance, algo muy común en estas aves, como destacan especialistas del zoológico.
Para satisfacer su apetito sexual, el avestruz no dejaba dormir a su pareja, casi no le permitía alimentarse y la golpeaba, narra Magali Valdivia, jefa del equipo encargado de cuidar los animales en cautiverio.
Agrega la trabajadora que, con el objetivo de evitar el desgaste progresivo, intentaron aislar a la hembra para protegerla, pero se estresó enormemente. Asumió una actitud ambigua, como reza el refrán: «No quiero, no quiero, échamelo en el sombrero».
Comentan además que, durante la separación, el macho, como caballero medieval, golpeaba la cerca que lo distanciaba de su prometida. ¿Sadomasoquismo o idilio shakesperiano?
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