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Las Cañitas demanda atender sus demandas

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PADRE LAS CASAS (Azua).- Las Cañitas es una comunidad recóndita por su geografía, puesto que está ubicada en el alma de la Cordillera Central, donde el norte y el sur se difuminan. Como su relieve, es accidentado su nivel de acceso a los servicios públicos, que aunque están contemplados en la planificación institucional, no siempre están disponibles para los moradores.

Los lugareños, gente que conserva con integridad la evocada hospitalidad rural, están demandando la atención del presidente Danilo Medina por los problemas de siempre.

Explican sus carencias con historias irrisorias, pero verídicas, como cuando indican que sirve de poco detener a un presunto delincuente porque el cuartel está tan destartalado que basta un descuido de los guardias para que los detenidos rompan una tabla podrida y emprendan la fuga.

Ha ocurrido dos veces en los últimos meses, en cada caso con acusados de robo, y los dos miembros de Ejército asignados al cuartel tuvieron que salir a pedir pedazos de tablas para tapar los hoyos.

“Ese cuartel son los huesos que quedan aquí de Trujillo”, dice Carlos de los Santos, un joven comunitario que recuerda que esta infraestructura fue levantada en tiempos de la dictadura y no ha vuelto a ser atendida por las autoridades.

Destaca que ofrece servicio a los 18 parajes que tiene Las Cañitas (tiene categoría de sección) y a otras demarcaciones colindantes, pero con mucha precariedad, dado que los guardias no tienen ni cómo trasladarse a las comunidades para hacer las detenciones.

“Tienen que hacerlo pidiendo bola o con sus propios recursos, porque no cuentan ni con una montura para hacer el trabajo”, precisa la señora Justa se los Santos, madre de uno de los servidores públicos.

“No tienen cómo buscar a los presos y cuando los buscan, no tienen cómo guardarlos”, se queja la mujer, preocupada principalmente porque piensa que un mal día el cuartel puede derrumbarse sobre el guardia de turno y los detenidos.

Otro ejemplo palpable de la precariedad de los servicios en la zona es en materia de salud. La apartada comunidad cuenta con una clínica construida por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos entre 2004 y 2008,  que debe ofrecer servicio a más de más de 2,000 habitantes de los parajes de la sección y otros cercanos.

Aunque la clínica tiene demanda, no está siendo bien aprovechada, principalmente por la falta de personal, equipos y medicamentos.

Hace menos de quince días que llegó un médico pasante, luego de que la comunidad pasara cerca de dos meses con la clínica cerrada.

Con apenas días en el servicio, el doctor Alexis Manuel Santana reconoce que el centro no está funcionando conforme su capacidad ni a la demanda.

“Faltan empleados. Apenas estoy trabajando con una conserje y un enfermero, cuando debería tener al menos otro médico, otra enfermera y un sereno”, explica.

Pero lo más preocupante es la falta de medicamentos para controlar síntomas severos y tratar enfermedades y condiciones frecuentes en la zona.

 “Mira, aquí hay epilépticos. Si me llega un paciente convulsionando, no tengo qué suministrarle, tengo que mandarlo a Padre Las Casas y el paciente corre el riesgo de morir en el camino. Y se supone que ningún médico debe propiciar el traslado de un paciente convulsionando a otro centro médico”, explica el doctor.

Agrega que hay muchos pacientes hipertensos, que la tasa de embarazos riesgosos es alta y son comunes los brotes diarreicos.

Esto en una clínica rural en que el servicio eléctrico apenas alcanza para encender uno o dos bombillos: “Ni siquiera para prender un refrigerador que ayuda a conservar los medicamentos”, dice Santana.

Mientras en la cabeza de la sección ocurre esto, en los parajes la gente se queja de la falta de las promotoras médicas, que otrora ayudaban a pacientes con enfermedades crónicas y a embarazadas a seguir sus tratamientos sin tener que desplazarse a la clínica.

Librada Delgado, del paraje El Vallecito, recuerda que cuando había promotoras, ellas se encargaban de suministrar vitaminas y vacunas a los niños, con un nivel de seguimiento que no siempre tienen los padres.

También en el aspecto educativo afloran las carencias. En el paraje de El Tetero, por ejemplo, tienen que impartir clases en la capilla de la Iglesia católica por falta de aulas.

Estas limitaciones son comunes en la zona, donde el grueso de los estudiantes tiene que desplazarse a otras comunidades para  ir a la escuela más cercana. Lo hacen a pie o en mulo, a veces recorriendo trayectos de varias horas.

“Hicimos una propuesta para que, en los casos en que no se pueda hacer escuelas locales, por falta de población estudiantil, Educación nos facilite una guagua y pongan un servicio de transporte con varias paradas, porque aquí un niño tiene que caminar hasta dos y tres horas para llegar a la escuela”, dice Glenny Delgado, dirigente comunitaria del paraje de El Tetero.

También solicita la habilitación en las montañas de una de las unidades móviles del Instituto deFormación Técnico Profesional (Infotep), de modo que los jóvenes –una buena parte son padres y madres- pueda tener acceso a programas de formación para el trabajo.

Otro tema ineludible (todos lo tocan) es la condición de la de la carretera que une a las comunidades con Padre Las Casas, cuyas características son más de un camino vecinal y cuyo nivel de peligrosidad hace que llegar a estos lauros sea potestad de los conductores de montaña más experimentados.

Jeury Delgado Ferreras, un joven residente de Las Cañitas, llama la atención de las autoridades sobre este problema, que históricamente quizás ha sido el punto más arduo de la lista de exigencias de estas comunidades: “Le pido a las autoridades que nos mejoren los caminos. Este camino lo limpiaron hace más de un año y desde entonces lo hemos tenido que mantener a pico y pala. Porque de nosotros solo se acuerdan cuando necesitan los votos”.

Se refiere al tramo carretero comprendido entre Las Cañitas y el distrito municipal de Las Lagunas, que comprende unos 22 kilómetros y se mantiene apenas transitable por el esfuerzo de los usuarios.

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